Recuerdos y dudas de una madre en un día de Puertas Abiertas
Saliendo de la zona de confort
Me encanta estar en la mesa de los bizcochos el día de las Puertas Abiertas de Alavida. Me gusta presentarme diciendo “Soy madre de un peque que viene aquí, por si quieres preguntarme algo”. Pero sobre todo me fascina como me retrotrae a mi propia experiencia, cuando la que estaba al otro lado de la mesa era yo. Me recuerdo exactamente igual a como veo a las madres y padres que ahora se acercan: curiosa, asustada… En definitiva, llena de ilusiones y de dudas a partes iguales. Como no me suele dar apenas tiempo a compartir con todos lo que a mí me hubiera gustado escuchar cuando vine por primera vez, pues se me ha ocurrido dejarlo escrito por aquí. No voy a hacer un listado de todo lo que puede aportar Alavida a la educación de las y los niños, porque para hablar de eso está el Equipo Pedagógico. Para mí lo más importante es poder compartir los miedos que tuve en su día, y qué me ayudó a irlos afrontando y superando.
En aquel entonces, cuando yo tuve que tomar la decisión, como les ha pasado a la mayor parte de las familias que ahora están aquí, me tuve que enfrentar, entre otras cosas, a un cambio de residencia. Hay gente que solo tiene que decidir si se atreven a cambiar la ciudad por el campo, otros nos hemos movido de comunidad autónoma (¡Y los hay que incluso hasta de país!), pero en la mayor parte de los casos suele suponer renunciar al lugar donde ya tienes instalada tu vida, abandonar tu red de apoyo e irte a un sitio que desconoces, sin saber qué te vas a encontrar. “Habrá algo de oferta cultural, aunque sea un pueblo, ¿verdad?” me preguntó una madre que, después de venirse y llevar un tiempo aquí, me dijo que estaba “estresada” con tanta vida social. “¿Es fácil hacer tribu por la zona?”, suele ser otra pregunta recurrente, y esa es fácil de contestar. Todas/os hemos dejado a la nuestra en algún lugar, por lo que esa necesidad compartida nos ha movido a buscar cómo cuidarnos unos a otros como podemos.
Pero más allá del miedo por cambiarnos de zona, más allá de alejarnos de nuestra red de apoyo (que, mejor o peor, es lo que conocemos), yo creo que en la base está el miedo a equivocarnos con una decisión así. Queremos una buena educación para nuestras hijas/os, o sino no dedicaríamos tantas horas a buscar información… Queremos lo mejor, pero ¿cómo saber qué es lo mejor? Cuando tienes que tomar decisiones que nadie más en tu entorno ha tomado nunca a este nivel, te encuentras como dando palos de ciego. Sin referencias y sin saber a quién preguntar. ¿Y si me equivoco y luego encima tengo que escuchar “Anda que dejaste todo lo que tenías para irte allí, ¿para qué?”? Te suena, ¿verdad?
La realidad es que puede que no esté solo ese miedo a equivocarnos, sino a que además nos puedan señalar por ello. Cuantas veces en estos pocos años desde que somos madres y padres no hemos tenido que oír frases como “Ves, ahora llora a todas horas, porque le has cogido demasiado en brazos”, “No va a tener amigos, porque siempre está pegado a ti”, “Claro, le cuesta separarse de vosotros, porque le consentís todo”… Tantas veces que hemos intentado hacerlo a nuestra manera, siguiendo nuestras sensaciones de lo que queríamos, y habiendo recibido críticas airadas, que ¿y si ahora le llevo a este colegio y luego me echan en cara que para qué, con lo sencillo que era llevarle al que tenemos a cinco minutos de casa?
Pero, si miras en lo más hondo de tu corazón, ¿realmente te arrepientes de todas esas decisiones que tanto te han cuestionado (y probablemente te sigan cuestionando)? No estoy diciendo que siempre lo hagamos todo de la mejor manera posible, porque somos humanas/os como para equivocarnos, pero ¿acaso no te sientes bien por todas aquellas veces que hiciste lo que sentías que querías hacer, y el tiempo te ha dado la razón? ¿Cuántas veces no te has dicho que lo estabas haciendo lo mejor que podías, aunque fuera totalmente diferente a cómo te habían educado a ti, e incluso a como ves que se sigue educando? Pues si muchas otras veces has sentido que esa corazonada, intuición o sabiduría interna (llámalo como quieras) era correcta, ¿por qué no lo va a ser ahora con su educación?
Porque quizás ahí esté el mayor problema, que no es que tengamos miedo a equivocarnos (ya que las equivocaciones siempre se pueden reconducir, si no sentimos que ese sea el camino por el que queremos ir), sino el miedo a exponernos una vez más por hacer algo diferente. Estamos volviendo a salir de nuevo de nuestra zona de confort, y eso nunca es agradable. Por eso, como decía al principio, no te voy a dejar por aquí todas las cosas maravillosas de Alavida, por las cuales yo sigo aquí (si quieres saberlas, vente un día a las Puertas Abiertas y te lo cuento), sino que simplemente te voy a preguntar una cosa: ¿Cuáles están siendo tus motivaciones para buscar un proyecto educativo diferente? Te dejo un tiempo para que lo pienses, y ahora te cuento las mías…
Yo empecé a hacer algo así (a buscar y buscar por Internet, a comprar libros sobre el tema) cuando mi hijo no tenía aún ni un año, y no sé cuáles serán tus motivaciones, pero las mías eran que claramente no quería para él la educación que yo recibí. Y voy a compartir contigo algo más, y es que, cuando mi hijo empezó la adaptación en Alavida, muchos días la que llegaba llorando a casa era yo. No solo por la tristeza de tener que separarme de él (que también ocurrió, por supuesto), sino por la envidia de no haber tenido nunca un acompañamiento así cuando la niña pequeña era yo. Si finalmente te decides a venirte aquí, te aseguro que es una de las cosas que más probablemente te pase. A mí me lo han confesado unas cuantas personas más…
¿Pero sabes qué es lo mejor de poder presenciar algo así? ¿Sabes qué es lo que realmente ocurre cuando le das a tu hijo/a lo que hubieras querido que te hubieran podido dar a ti? Pues que realmente lo estás recibiendo también. Cuando mi hijo no para de sorprenderme con su creatividad y curiosidad, entonces yo vuelvo a conectar un poco más con la mía; cuando oigo a mi hijo decirle a otro niño “¡No quiero que me hagas eso!”, entonces cojo fuerza para ver cómo poner yo mis límites también; cuando mi hijo llora y llora, porque tiene que gestionar todas las emociones vividas, entonces conecto con mi capacidad de expresar aquello que en tan pocas ocasiones se me permitió. Todo esto, y mucho más, ha supuesto para mí que mi hijo venga a un proyecto educativo como este, pero sobre todo me ha supuesto salir de mi zona de confort, señalándome claramente cuál es mi prioridad.
Para ello organizamos:
Recuerdos y dudas de una madre en un día de Puertas Abiertas
Saliendo de la zona de confort
Me encanta estar en la mesa de los bizcochos el día de las Puertas Abiertas de Alavida. Me gusta presentarme diciendo “Soy madre de un peque que viene aquí, por si quieres preguntarme algo”. Pero sobre todo me fascina como me retrotrae a mi propia experiencia, cuando la que estaba al otro lado de la mesa era yo. Me recuerdo exactamente igual a como veo a las madres y padres que ahora se acercan: curiosa, asustada… En definitiva, llena de ilusiones y de dudas a partes iguales. Como no me suele dar apenas tiempo a compartir con todos lo que a mí me hubiera gustado escuchar cuando vine por primera vez, pues se me ha ocurrido dejarlo escrito por aquí. No voy a hacer un listado de todo lo que puede aportar Alavida a la educación de las y los niños, porque para hablar de eso está el Equipo Pedagógico. Para mí lo más importante es poder compartir los miedos que tuve en su día, y qué me ayudó a irlos afrontando y superando.
En aquel entonces, cuando yo tuve que tomar la decisión, como les ha pasado a la mayor parte de las familias que ahora están aquí, me tuve que enfrentar, entre otras cosas, a un cambio de residencia. Hay gente que solo tiene que decidir si se atreven a cambiar la ciudad por el campo, otros nos hemos movido de comunidad autónoma (¡Y los hay que incluso hasta de país!), pero en la mayor parte de los casos suele suponer renunciar al lugar donde ya tienes instalada tu vida, abandonar tu red de apoyo e irte a un sitio que desconoces, sin saber qué te vas a encontrar. “Habrá algo de oferta cultural, aunque sea un pueblo, ¿verdad?” me preguntó una madre que, después de venirse y llevar un tiempo aquí, me dijo que estaba “estresada” con tanta vida social. “¿Es fácil hacer tribu por la zona?”, suele ser otra pregunta recurrente, y esa es fácil de contestar. Todas/os hemos dejado a la nuestra en algún lugar, por lo que esa necesidad compartida nos ha movido a buscar cómo cuidarnos unos a otros como podemos.
Pero más allá del miedo por cambiarnos de zona, más allá de alejarnos de nuestra red de apoyo (que, mejor o peor, es lo que conocemos), yo creo que en la base está el miedo a equivocarnos con una decisión así. Queremos una buena educación para nuestras hijas/os, o sino no dedicaríamos tantas horas a buscar información… Queremos lo mejor, pero ¿cómo saber qué es lo mejor? Cuando tienes que tomar decisiones que nadie más en tu entorno ha tomado nunca a este nivel, te encuentras como dando palos de ciego. Sin referencias y sin saber a quién preguntar. ¿Y si me equivoco y luego encima tengo que escuchar “Anda que dejaste todo lo que tenías para irte allí, ¿para qué?”? Te suena, ¿verdad?
La realidad es que puede que no esté solo ese miedo a equivocarnos, sino a que además nos puedan señalar por ello. Cuantas veces en estos pocos años desde que somos madres y padres no hemos tenido que oír frases como “Ves, ahora llora a todas horas, porque le has cogido demasiado en brazos”, “No va a tener amigos, porque siempre está pegado a ti”, “Claro, le cuesta separarse de vosotros, porque le consentís todo”… Tantas veces que hemos intentado hacerlo a nuestra manera, siguiendo nuestras sensaciones de lo que queríamos, y habiendo recibido críticas airadas, que ¿y si ahora le llevo a este colegio y luego me echan en cara que para qué, con lo sencillo que era llevarle al que tenemos a cinco minutos de casa?
Pero, si miras en lo más hondo de tu corazón, ¿realmente te arrepientes de todas esas decisiones que tanto te han cuestionado (y probablemente te sigan cuestionando)? No estoy diciendo que siempre lo hagamos todo de la mejor manera posible, porque somos humanas/os como para equivocarnos, pero ¿acaso no te sientes bien por todas aquellas veces que hiciste lo que sentías que querías hacer, y el tiempo te ha dado la razón? ¿Cuántas veces no te has dicho que lo estabas haciendo lo mejor que podías, aunque fuera totalmente diferente a cómo te habían educado a ti, e incluso a como ves que se sigue educando? Pues si muchas otras veces has sentido que esa corazonada, intuición o sabiduría interna (llámalo como quieras) era correcta, ¿por qué no lo va a ser ahora con su educación?
Porque quizás ahí esté el mayor problema, que no es que tengamos miedo a equivocarnos (ya que las equivocaciones siempre se pueden reconducir, si no sentimos que ese sea el camino por el que queremos ir), sino el miedo a exponernos una vez más por hacer algo diferente. Estamos volviendo a salir de nuevo de nuestra zona de confort, y eso nunca es agradable. Por eso, como decía al principio, no te voy a dejar por aquí todas las cosas maravillosas de Alavida, por las cuales yo sigo aquí (si quieres saberlas, vente un día a las Puertas Abiertas y te lo cuento), sino que simplemente te voy a preguntar una cosa: ¿Cuáles están siendo tus motivaciones para buscar un proyecto educativo diferente? Te dejo un tiempo para que lo pienses, y ahora te cuento las mías…
Yo empecé a hacer algo así (a buscar y buscar por Internet, a comprar libros sobre el tema) cuando mi hijo no tenía aún ni un año, y no sé cuáles serán tus motivaciones, pero las mías eran que claramente no quería para él la educación que yo recibí. Y voy a compartir contigo algo más, y es que, cuando mi hijo empezó la adaptación en Alavida, muchos días la que llegaba llorando a casa era yo. No solo por la tristeza de tener que separarme de él (que también ocurrió, por supuesto), sino por la envidia de no haber tenido nunca un acompañamiento así cuando la niña pequeña era yo. Si finalmente te decides a venirte aquí, te aseguro que es una de las cosas que más probablemente te pase. A mí me lo han confesado unas cuantas personas más…
¿Pero sabes qué es lo mejor de poder presenciar algo así? ¿Sabes qué es lo que realmente ocurre cuando le das a tu hijo/a lo que hubieras querido que te hubieran podido dar a ti? Pues que realmente lo estás recibiendo también. Cuando mi hijo no para de sorprenderme con su creatividad y curiosidad, entonces yo vuelvo a conectar un poco más con la mía; cuando oigo a mi hijo decirle a otro niño “¡No quiero que me hagas eso!”, entonces cojo fuerza para ver cómo poner yo mis límites también; cuando mi hijo llora y llora, porque tiene que gestionar todas las emociones vividas, entonces conecto con mi capacidad de expresar aquello que en tan pocas ocasiones se me permitió. Todo esto, y mucho más, ha supuesto para mí que mi hijo venga a un proyecto educativo como este, pero sobre todo me ha supuesto salir de mi zona de confort, señalándome claramente cuál es mi prioridad.